CARMEN GUITIÁN.-
«Les doy las gracias a todos aquellos que me están echando una mano, ya que es una ayuda bastante grande»
Muchas familias acuden diariamente a distintas asociaciones para poder alimentarse. En muchas casos esta ayuda es la única que entra en sus casas. El Banco de Alimentos suministra comida a particulares y a varias asociaciones y esto hace que muchas personas que realmente lo necesitan, puedan darle de comer a sus hijos.
A veces, cuando no nos afecta algo, no nos paramos a pensar que otras muchas personas no van a poder sentarse a la mesa y disfrutar de un plato de macarrones, o de un filete a la plancha. Pero, en la sombra, hay niños, madres o abuelos que acuden a estas asociaciones para poder disfrutar de aquello que nosotros tenemos sin pensar porqué, o cómo ha llegado a la mesa.
Los voluntarios del Banco de Alimentos de Navarra, son personas que, de forma altruista, dedican parte de su tiempo a ayudar a estas personas. Su labor, también en la sombra, es agradecida por todos aquellos que se benefician de su colaboración.
París 365 es una de las asociaciones que recibe suministros del Banco de Alimentos. María Luisa y Ezima son dos ejemplos de los cientos de personas que acuden a recoger comida a esta asociación. (Estos dos nombres son ficticios, ya que estas mujeres han preferido permanecer en el anonimato anonimato).
Una renuncia por amor
María Luisa es madre de una niña de dos años. Antes de tener que dejar su trabajo era dependienta en una tienda, y a la vez estudiaba un grado superior aquí, en Pamplona. La situación económica en su casa empezó a empeorar tanto que tuvo que dejar su trabajo en la tienda para buscar otro con el que ganara más dinero. Trabajó durante un tiempo limpiando casas, pero tampoco era suficiente para cubrir los gastos. “Así que al final con una hija, tuve que prescindir de los estudios, prescindir de un montón de cosas que quizá trabajando me podría permitir, pero no podía”, añade María Luisa. Ahora está desempleada y vive una situación muy delicada.
Para ir a recoger los alimentos a París 365, María Luisa tiene que pedir ayuda a sus amigos o conocidos ya que vive muy lejos. Para ella el ir allí supone un esfuerzo enorme, puesto que no tiene coche y tiene una hija pequeña a la que no puede dejar sola. La ayuda que recibe es para ella un gran alivio porque con eso organiza la alimentación de todo el mes. “Sí que es cierto que esta ayuda no nos cubre todas las necesidades, y menos cuando se tienen niños pequeños, ya que la alimentación no es la misma. Además de esta ayuda yo tengo que buscarme la vida para complementar la alimentación, tanto de mi hija como la mía”, señala María Luisa.
Actualmente conseguir lo que muchos quieren, hacer dinero o trabajar, no es fácil. María Luisa se plantea el futuro como una simple subsistencia: “El que tenga un trabajo con el que cubrir sus necesidades básicas se puede dar por bien servido”.
La ayuda que recibe de la asociación París 365 le está ayudando a subsistir día a día, a cubrir parte de sus necesidades básicas, como es la alimentación. Considera que el Banco de Alimentos está haciendo una labor muy buena y que todo el tiempo que dedican los voluntarios a recaudar los alimentos es agradecido por todos aquellos que reciben comida. “Les doy las gracias a todos aquellos que me están echando una mano, ya que es una ayuda bastante grande”, recalca María Luisa.
De los fogones al paro
Ezima es una cocinera nigeriana que vino a España para mejorar su calidad de vida. Lo que no se esperaba era que acabaría pidiendo ayuda a la asociación París 365 para poder subsistir. Ezima también es capaz de sacar el lado positivo de la situación en la que está viviendo y da gracias porque ella y los suyos tengan salud.
Cada 15 días acude con su amiga a París 365 para recoger los alimentos que tienen preparados para ella. La asociación le proporciona frutas, verduras, pescado, carne, legumbres, etc., y esto es suficiente para que su familia pueda alimentarse.
Ezima nunca se hubiese imaginado que llegaría un día en el que tendría que pedir ayuda. “Yo antes cuando trabajaba como cocinera ganaba dinero para alimentar a mi familia, pero después, cuando me quedé sin trabajo, no tuve más opción”, añade.
La comida que recibe del Banco de Alimentos supone para Ezima y su familia una gran ayuda y está muy agradecida a todos aquellos que colaboran para que esto salga adelante. “Agradezco mucho todo lo que nos está ofreciendo a mi y a mi familia”, recalca.
María Luisa y Ezima nos muestran una realidad que estan viviendo muchas familias en España. Padres que hacen lo imposible por alimentar a sus hijos, y que gracias a asociaciones como la que hemos hablado lo pueden hacer realidad. Asociaciones que funcionan gracias a la ayuda de voluntarios, que desinteresadamente inverten su tiempo y esfuerzo en ayudar a estas personas que de verdad lo necesitan. Los trabajadores saben que gracias a colaborar unas pocas horas a la semana, va a haber una madre que va a poder dar de merendar a sus hijos, o preparar un biberón para su bebé recicén nacido.
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